sábado, 8 de mayo de 2010

Migajas?... no, gracias...


... porque si algo tengo claro ahora es lo que quiero y lo que no quiero... y ya que estamos en eso ... nunca viene mal escribirlo... verdad?

QUIERO a alguien que me de un lugar prioritario en su vida... el primero si no tiene hijos, el segundo si los tiene.... y que no me mueva de ese lugar para nada... ni por nada...

NO QUIERO enamorarme ni que se enamoren de mi ... quiero alguien muy consciente de que en la vida se lucha para ser feliz y que tenga el valor de contar conmigo para eso ... esa es la unica actitud que me enamora...

QUIERO que sea mi amigo para la vida... alguien que quiera compartir conmigo el camino que queda... sin grandes pretensiones ... sin grandes metas... por mi parte soy feliz con poquitas cosas... pero eso si ... alguien que me valore y me de lo que me merezco ....

migajas?... va a ser que no... gracias! ... ya tuve muchos años de ellas... tuve mas suerte que la capinera y gracias a Dios sali de eso... y no voy a volver a algo como aquello .... JAMAS!



Historia de una capinera (fragmento) de Giovanni Verga

" Vi una vez enjaulada una pobre capinera: triste, medrosa, enferma. Mirónos abriendo sus ojos espantados, arrinconada en un ángulo de su estrecha prisión. Y cuando oía el alegre canto de los otros pajarillos, que gorjeaban en el verde prado o remontábanse hacia el cielo, seguíalos con la vista, que bien se hubiera podido imaginársela empapada en lágrimas. Empero, a la mísera prisionera abatida, nada le sugirió su instinto que pudiera librarla del débil muro que la tenía encarcelada. Prodigábanle cariños sus cuidadores: cándidas criaturas regocijadas, que sin comprender la pena de su cautiverio, dábanle en cambio un puñado de migajas de pan, a las que acompañaban ingenuas palabras de afecto. La pobre capinera se mostraba, resignada con su suerte; ¡infeliz! Llena de mansedumbre, aun en su dolor, parecía, exenta de todo sentimiento de reproche, picoteando el mijo y las migajas; pues su extrema debilidad no le permitía más. Dos días después, en su prisión, doblada la cabecita bajo el ala, encontrósela consumida.
(...)
Cuando la madre de los dos pequeñuelos, inocentes despiadados verdugos de la pobre avecilla, me narrara la historia de una desventurada, a la que los muros del claustro habían aprisionado el cuerpo, y la superstición y el amor torturado el espíritu: uno de aquellos dramas íntimos frecuentes en la vida, que pasan velados por el misterio, cuita de un corazón tierno, delicado, que amó, lloró y rogó, ocultando sus lágrimas y sus plegarias, y que por último, envuelto en su dolor, se consumió, yo pensé en la dulce capinera cautiva, que contemplaba silenciosa el firmamento azulado a través de los alambres de su jaula... "


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